1. Hacé de esta actividad un hábito diario. Que tomar las escaleras sea tu prioridad en cualquier lugar que cuente con ellas.
2. Disminuí la velocidad. Por lo general, comenzamos a subir con el mismo ímpetu con el que venimos caminando. Es mejor desacelerar para evitar una pronta fatiga muscular.
3. Conservá una postura corporal adecuada. Registrar la posición del cuerpo es primordial: mantené tu columna erguida en posición neutra (sin curvar o inclinarte hacia adelante).
4. Procurá apoyar completamente el pie en el peldaño. De esta manera, tendrás una base más firme y segura para descargar el peso completo de tu cuerpo en la transición de un pie a otro.
5. Registrá la dirección de tus extremidades. Que la punta del pie vaya en dirección lineal hacia donde debemos ir; es decir, apuntando hacia adelante, con la rodilla ligeramente hacia afuera (10 – 15 grados).
6. Mantené la cabeza alineada con tu columna, sin quitar la vista de los escalones. De esta manera, evitarás algún accidente.
7. Respirá de manera lenta y rítmica usando solo tu nariz. Por lo general, tenemos la costumbre de respirar por la boca innecesariamente (cuando la actividad no lo requiere), apenas comenzamos a subir, por lo que nos agitamos. Así, nos hiperventilamos y sentimos mareados o con falta de aire. Poné especial atención a tu ritmo respiratorio durante todo el trayecto para que logres mantenerlo calmado.

Importante:

Escuchá tu cuerpo: cuando lo sientas necesario, descansá un momento para recuperar energía y aire; luego continuá de la misma forma en la que lo venías haciendo.