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Escuela, Familias, Comunidad

¿Qué propone Escuela, Familias, Comunidad?
Resignificar los procesos de interacción de la escuela con las familias y la comunidad a los fines de mejorar la calidad de la oferta educativa promoviendo procesos de inclusión social.
A partir de las problemáticas identificadas, del recorrido realizado por Programa ATEC, junto a los distintos actores de la comunidad (familias, docentes, organizaciones sociales y profesionales del Programa) y luego de haber implementado el mismo en más de 125 escuelas -desde el año 2000 al 2013- se comienza desde el 2013 un período de trabajo con nuevas escuelas, focalizando la intervención profesional del equipo técnico en la relación escuela, familias, comunidad , capitalizando logros y aprendizajes obtenidos.

De encuentros y desafíos… Escuela y familias
Pensamos las trayectorias escolares y los procesos formativos de los niños/as y jóvenes, desde la escuela, desde el ámbito doméstico y desde la comunidad en la que se inscriben. En todos y cada uno de estos ámbitos se producen y se reproducen conocimientos de diferentes órdenes, se intercambian enseñanzas y aprendizajes.
Las nuevas configuraciones familiares, infancias y múltiples culturas juveniles interpelan a la escuela promoviendo interrogantes inéditos, búsquedas y experiencias alternativas, en pos de generar las mejores condiciones posibles para la enseñanza y el aprendizaje.
En el entrecruzamientode de estos espacios sociales, se van configurando las experiencias formativas de los estudiantes y los procesos constitutivos de sus identidades; por esto es importante profundizar las acciones para promover múltiples relaciones entre escuela y familias, que favorezcan procesos de mutua legitimación y encuentro.
Podemos reconocer que entre una y otra institución social, hay una larga historia de interacciones, encuentros y desencuentros. Una relación construida a lo largo del tiempo en un proceso recursivo de mutuos condicionamientos; que sufre transformaciones y enfrenta nuevos desafíos en consonancia con los acelerados cambios sociales y culturales de la época.
Son muchas las experiencias significativas que las escuelas han desplegado para profundizar la relación de cooperación con las familias, para convocar a la participación, para promover la responsabilidad compartida, resolver conflictos y transformar las relaciones sociales en las que se inscriben los procesos formativos de los estudiantes.
Sin duda estas acciones han tenido avances diferentes en cada institución, algunas llegaron a buen término, otras se interrumpieron o fueron cambiando de rumbo, tal vez los participantes entraron y salieron en distintos momentos del proceso y algunas alcanzaron los objetivos buscados.
Contamos entonces con las experiencias valoradas como “exitosas”, y también con aquellas que quedaron truncas, porque sin duda han generado movimientos instituyentes que dejaron rastros posibles de ser recuperados. Así son los vaivenes de los proyectos, las dificultades son inherentes y constitutivas del trabajo en las instituciones, por eso, los puntos de partida son siempre dinámicos y se pueden retomar en diferentes momentos.
Recuperar estas acciones y experiencias de trabajo, enriquecerlas con nuevas reflexiones, resignificarlas y recrearlas con otros aportes constituye una oportunidad de mejorar las condiciones institucionales y comunitarias en las que se desenvuelven los procesos formativos de niños, niñas y jóvenes.
Objetivos

Contribuir a recrear las prácticas socioeducativas en un marco de sentido compartido, a través de la interacción con actores y bienes culturales de la comunidad.
Promover la capacidad de la escuela de descentrarse del imaginario escolar recuperando la creatividad y el placer en el acto educativo.
Promover procesos de reconocimiento institucionales y comunitarios que favorezcan la recreación y resignificación de las relaciones entre escuela, familias, comunidad.
Objetivos Específicos

Promover a través de acciones, procesos de reconocimiento y mutua legitimación entre escuela, familias, comunidad para acompañar y sostener las trayectorias educativas de niños, niñas y jóvenes.
Fortalecer los espacios de vinculación escuela, familias, comunidad, para prevenir situaciones conflictivas.
Favorecer la formación de redes a través de procesos participativos de articulación y coordinación interinstitucional y comunitaria.
Propiciar la construcción y desarrollo de experiencias educativas alternativas, que revitalicen los saberes construidos en la escuela, recuperando e integrando los que se construyen en otros contextos.
¿Cómo?
Partir de la posibilidad y no de la falta, es la característica central de esta propuesta, una decisión teórica metodológica y ética, no porque niegue las existencia de problemas y dificultades, sino fundamentalmente porque a partir del análisis y resignificación de experiencias valiosas que se realizan en la escuela o que se proponen desde el programa, se desencadena un proceso que pone en juego aspectos esenciales en la producción de cambios.
El proceso mencionado desata otros aspectos fundamentales. En particular El placer que produce ponerse- en – juego como sujetos creativos ante el desafío de la acción, el descubrimiento, la elaboración conceptual y la construcción compartida, recuperando el lugar del deseo como motor de la prácticas escolares.
La sorpresa, la pregunta que desvela, la construcción de respuestas y la satisfacción de hacerse cargo del desafío, implican fundamentalmente la revalorización y el descubrimiento del otro, sin el cual parece imposible restituir el sentido de las prácticas de enseñar y aprender.

El programa propone algunos trayectos específicos que se ofrecen a través de diferentes proyectos que las escuelas integran. La elección de algunos de los proyectos (y el sostenimiento del mismo) es esencial ya que supone un posicionamiento como sujetos que desean y se responsabilizan, más una implicación profesional con la tarea.
Tanto la incorporación de las Escuelas al Programa, como de estas a los proyectos, requieren dos condiciones: la elaboración de un diagnóstico por parte del equipo técnico y la decisión de las escuelas.

La realidad compleja en que nos movemos

El mundo contemporáneo se encuentra atravesado por procesos sociales, culturales e históricos sumamente complejos.
Sin pretender hacer una enumeración exhaustiva, podemos citar algunos factores:
La creciente fragmentación social signada por las fuertes asimetrías en la distribución del ingreso que trae aparejado fenómenos de exclusión.
Las nuevas condiciones del mercado de trabajo y sus efectos de flexibilidad y competencia individual.
El nuevo lugar que ocupa el conocimiento y las tecnologías de la información en la producción y reproducción del modelo imperante en la sociedad.
La tensión entre lo local y lo global.
La participación creciente de la sociedad civil y la emergencia de otros sujetos sociales.

Estos, entre otros factores, producen y explican este nuevo escenario.

¿Cómo impacta la realidad en la escuela?
En este contexto advertimos la irrupción de una brecha entre la cultura escolar y la de sus destinatarios, que debilita la función socializadora de la escuela y su capacidad de distribución del capital cultural a través de la enseñanza y el aprendizaje, dando lugar en ocasiones, al fracaso educativo y exclusión social.
Esta brecha entre la escuela y destinatarios la visualizamos en algunas problemáticas específicas del quehacer educativo:
La irrupción en la escuela, de problemas de génesis social agravada por la evidente dispersión, superposición y desarticulación de los recursos institucionales estatales, no gubernamentales y comunitarios.

La relación entre familias y escuela, muchas veces conflictivas por la existencia de imágenes y demandas mutuas repetidas.
Rupturas entre los consensos implícitos entre los actores del hecho educativo.
Las dificultades en la conducción y gestión de las instituciones en contextos de cambio y sus efectos en la calidad de la oferta educativa.
La dificultad de adecuar las dimensiones y organizaciones a las características, necesidades e intereses de los alumnos.

Ideas para compartir
Los enfoques teóricos- metodológicos que sostienen nuestra tarea, apuestan a la resignificación del sentido de la escuela como: el producto de la construcción colectiva de todos los actores involucrados, que generen conocimientos cada vez más ajustados a la particularidad de los sujetos y de las instituciones que los contienen.

Desagregando los ejes del programa, compartimos algunos conceptos que ayudan a aclarar el lugar desde donde nos miramos:
Partimos de considerar al sujeto como aquel que se construye socio históricamente, que configura su hacer y pensar dentro de una trama sociocultural que condiciona ciertas posiciones sociales. Un sujeto situado en la comunidad.
Hablamos de comunidad cuando nos referimos al vínculo entre los individuos de una colectividad. Se dice que cada uno de ellos “sabe” quién es el otro, qué lo diferencia y lo une a él como parte de esa colectividad y que trasciende a las particularidades.
Cada sujeto integra diversas comunidades, de acuerdo a los espacios de acción o a las prácticas que realiza. Las comunidades se superponen: por su origen, por su memoria familiar, por el lugar en que viven, lo que hacen, su género, su profesión, sus grupos….. Cuando se agrupan bajo una actividad específica, estas comunidades hallan una síntesis.
La diversidad de pertenencias hace a la diversidad de sujetos que eligen también, en identidades no siempre puestas en juego en las prácticas sociales relacionadas con las que a veces se implementan en la escuela. Este aspecto es fundamental en el trabajo: reconocer las identidades de las comunidades para actuar respetando la diversidad. La relación de la escuela con la comunidad se construye y adquiere sentido en la dinámica cotidiana de las personas, en la interacción de sujetos ubicados socialmente, que van definiendo vínculos que incluyen, niegan, rechazan, privilegian o desconocen algunos aspectos del otro.

Es vital tenerlo en cuenta al conocer a los sujetos de nuestra intervención. En una escuela los alumnos forman identidades muy diversas allí donde vemos solo niños. En las familias siempre hay distintos orígenes, diferentes crianzas.
Por ello, cuando compartimos con otros, necesitamos encontrar lo que tenemos en común, expresarlo y negociarlo.
Pensamos al sujeto, las instituciones y la comunidad desde las prácticas. Estas son complejos esquemas, socialmente construidos, que organizan los modos de hacer, percibir, pensar, valorar y que se caracterizan justamente por los desconocimientos que se tiene de los procesos de su constitución.
Por ello es que realizamos un recorrido deconstructivo que aporte a la desnaturalización de prácticas institucionales, teniendo como eje la capacidad de los sujetos de innovar, de producir procesos instituyentes que tiendan a transformaciones activas.
Con relación a los actores institucionales, destaquemos que son los alumnos quienes singularizan con más fuerza a cada escuela, ya que con su presencia portan la demanda social, con su impronta en la vida institucional.

Escuela, Familias, Comunidad
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