Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility
Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors
Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors
Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

PROGRAMA ENTORNO LABORAL SALUDABLE

Alimentación saludable

Edulcorantes: ni sanos ni útiles

 

Desde mediados del 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja una práctica que desde hace años estaba instalada en nuestra alimentación como una alternativa saludable al consumo de azúcar: el uso de edulcorantes, para endulzar comidas o bebidas, habitual en el 41.7% de la población argentina.

En su recomendación, el organismo internacional advirtió que ninguno de los componentes actualmente utilizados por la industria alimenticia para reemplazar los azúcares (ya sea en su versión refinada o natural, presente en frutas, miel u otros) eran efectivos para controlar el peso a largo plazo y que, si se utilizaban durante un tiempo prolongado, podían ser perjudiciales para la salud.

¿Cuán perjudiciales? Mucho: productos como el acesulfame K, aspartamo, advantame, ciclamatos, neotame, sacarina, sucralosa, así como la stevia y sus derivados han sido señalados como posibles causantes de diabetes tipo II, enfermedades cardiovasculares y mortalidad en adultos.

¿Azúcar no, edulcorantes tampoco?

Ni la una ni los otros. La OMS ha manifestado que las personas deben reducir el consumo de dulces de su dieta desde edades tempranas para gozar de una mejor salud: la máxima cantidad de azúcar diaria recomendada son siete cucharaditas.

Estas sugerencias se basan en la revisión de evidencia científica que señala cuáles alimentos son saludables y cuáles no y son parte de los esfuerzos para que los países adopten políticas que favorezcan hábitos que contribuyan al bienestar de su población.

Así, a fin de reducir el riesgo de sufrir enfermedades crónicas, se promueve el consumo de alimentos reales (que son aquellos que no han sufrido intervenciones, como las frutas, verduras, legumbres, granos de cereales, carnes), en contraposición con los procesados y ultraprocesados, entre los que se cuentan el azúcar o los endulzantes artificiales.

Entre los factores por los cuales no se aconseja el uso de los edulcorantes, particularmente la sacarina y sucralosa, es su impacto negativo en la microbiota intestinal, que tiene que estar equilibrada para que el intestino funcione bien. En este sentido, no solo modifican la comunidad de bacterias que allí conviven, afectando a los microorganismos buenos que deben ser abundantes y diversos, sino que pueden generar alteraciones en los niveles de azúcar en sangre.

Además, la evidencia científica indica que los endulzantes artificiales aumentan el umbral dulce, lo que genera una necesidad constante de querer cada vez más seguido y en mayor cantidad productos o alimentos dulces.

¿Cómo endulzamos?

La recomendación de no consumir edulcorantes aplica a todas las personas, salvo quienes tienen diabetes preexistente (tipo I) y a todos los endulzantes, con excepción de los polialcoholes (alcoholes de azúcar), como lo son el xilitol, maltitol, eritritol, pertimidos además, para las personas con diabetes tipo I (insulinodependientes).

Entre las distintas opciones para endulzar los alimentos, algunas se presentan como más saludables que otras, aunque en el fondo ninguna lo es. La stevia (líquida, en polvo o triturada), no deja de ser un edulcorante, el azúcar mascabo es mejor que la refinada, pero eso no quiere decir que sea sana.  Llegados a este punto, como siempre, todo se reduce a un tema de proporción: el problema no es la ingesta sino la sobreingesta.

El trabajo, entonces, es desacostumbrar el paladar a lo dulce, que altera la percepción del gusto, y reeducarlo con sabores más naturales, como la miel, banana, pasas de uva, dátiles, coco rallado, para generar un umbral de dulzor bajo. Como es un proceso, requiere tiempo y paciencia. Lo ideal es endulzar cada vez menos todas las comidas y habituarse al sabor natural de lo que ingerimos.

Artículos relacionados